miércoles, 1 de junio de 2011

todo se lo debemos al silencio

















nos levantamos
con la certeza
de la lagaña en el ojo


buscamos
cada día
la correspondiente sorpresa
dondequiera que se atreva


hacemos
fuerza con los órganos sexuales
para justificar la manzana y la herencia enseñada


y dejamos
que los paraguas los inodoros las pastillas las estufas se encarguen


(cúantas veces inútilmente)


apretamos cerramos movemos cortamos rasgamos tachamos cruzamos doblamos
botones bisagras cierres pañuelos manos palancas medias almanaques perillas teclas ojos puños


salivamos
tiempo
nos lo tragamos
con pelusa y todo
le hacemos
un guiño o dos
le caemos encima
sin cita previa
le exijimos lo ultrajamos lo violamos lo vapuleamos


aborrecemos la mirada de los ángeles
descreemos de su beso


maldecimos
cada gota de más en la frente
cada abrazo de menos en el tedio


encarnamos
nombres máscaras personajes que no son sino nuestras faltas
clausuramos
pensamientos
apuramos
la semilla en la tierra
le pedimos
regaderas al cielo


denegamos
permisos
porque tememos


(y también porque aprendimos, el miedo también se enseña con saña se enseña)


que al otro no le interese
ni una migaja
del campito privado


nos tapamos
ahí abajo
para que el frío
no nos deje al descubierto lo escaso poco nuestro bien preciado bien nuestro que
¿tenemos?


(elíjase sin con ene o con eme, esta vez)


enunciamos
malestares
porque si hay de bueno
la envidia y el pavor al arrebato
(otra vez el miedo pero potenciado)


nos damos por vivos en cada aguja del reloj


pensamos que el acá abajo tiene sentido
y nos atrevemos a descreer del más allá


(qué miserables)


y sin embargo
damos por sentado
los lunares en la nuca
el rocío invisible lejos balanceándose
lo espeso que se revuelca adentro del sexo
la raíz debajo de la uña
y que el párpado de noche se pliega
nuestra madre dormitando
nuestro padre haciéndole el amor


confiamos
en el poder de la cafeína
y en el aliento
estremecedor aliento peinando y desordenando el deseo el aliento


(ay si el olor fuera siempre tu aliento)


nos manifestamos
a favor de dar batalla
porque somos curiosos y más aún correctos
porque dormir es cosa de enfermos


y sobretodo
nos damos el lujo de soportar


sí, dije bien, soportar


(todo lo dicho anteriormente justifica con creces esta última frase)


en abundancia
en demasía
digamos
sin oponer resistencia


que se extravíe
el paradero del silencio


nada nada nada nada nada nada nada
tenemos nada para decir a favor del silencio




(qué insolentes)


qué poco nos lo merecemos.





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