viernes, 19 de agosto de 2011

honrar la vida: carta a mi hijx.


Abrí los ojos con el despertar del sol o quizás ahora que lo pienso él ya estaba despierto y mientras la luna con sus jugarretas le ocultaba el fulgor, aprovechaba esos minutos para remolonear. Hice un enorme esfuerzo por oír el canto de los pájaros, afiné el oído más y más, mi cuerpo seguía en la cama mientras yo puro y absoluto sentido auditivo me iba acercando al verde todo el verde que circunda mi departamento, no sé si alguna vez te escribí lo bonito que es vivir cercada por entre todos los miles de verdes y marrones y ocres del bosque en el que se inserta nuestra torre, desde mi arriba, donde te cobijo. Y ese parque enfrente, generoso salvático infinito. No los escuché, a los pájaros digo. Ahora mientras tipeo estas letras si. Y sin esfuerzo se mezclan con el ruido molesto de los motores de los automóviles, pero logro distinguir sus cálidas voces. Y un poco me regocijo. De todos los sonidos de mi afuera, es el que más bendigo.
Hace varias semanas que despertarme de un sueño no suele ser alentador. Tengo pesadillas de las más variadas e increíbles que me dejan, la mayoría de las mañanas un gusto amargo y una congoja en el pecho que me acompañan varias horas del día. Me despierto por la noche. A veces grito. A veces sudo. Sueño con hombres que no conozco. Con viejos amores de mi adolescencia. Con familias numerosas. Con antiguas casas donde alguna vez viví. Con campos secos y extensas playas. Con caballitos de mar y otros animales extraordinarios contra los que doy batalla. Otros pretenden comerme. A otros les temo y los quiero eliminar. Tu padre también sueña y a veces grita. Será que el también. Mi analista dice que es normal. Y también los miedos y la gran cantidad de todas las razones que me angustian. Yo en este momento me percibo a millas de luz de lo normal. Algo, un instinto, una pulsión muy fuerte emana de mi más profundo ser. Este ser que se niegue a negociar. A tolerar. Esta mujer que se niega a ser subestimada, desatendida, desvalorizada. Discrepo con medio mundo. El que no quiere reconocer que lo que a mi me sucede es lo más verdadero que le pueda suceder a una mujer. El que se niega a comprender. Me siento con derecho a reclamar, exigir a grito pelado lo que merezco. Lejos muy lejos de la condescendencia, de hacer la vista gorda, la Leona ruge. Insisto en no juzgarme y permitirme esta "locura". Sé que los que me aman, entenderán. Es una suerte enorme que esté él, mi compañero para decirme a cada instante las palabras mágicas: tranquilidad, paz, disfrute. Lo que no es tuyo, soltalo. De él, que nunca se autoproclamó zen, aprendí a ser zen. Porque a esa voz autorizada le creo. El sabe. Sabe lo que es estar vivo. Por elección.Yo en cambio, a veces pretendo que alcance con solo respirar. El sabe lo que es tener agarrado entre las piernas un suspiro, que podría ser el último. Y no porque haya leído muchos libros. El sabe porque lo tuvo aferrado hasta que se lo ganó. Y la vida fue suya para siempreEse hombre es tu padre. Un hombre que se mereció la vida. Y te merece a vos. El hombre que custodia mis noches, esperando el sueño bonito que lo sueñe a él.

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