hay días que son así
un silencio largo larguísimo
que se extiende sin variaciones
nada de sol nada de mi nada de si
la cuchara doblándose por el mango
la única sorpresa
el vecino de arriba y el de abajo
siguen sin conocerse
todos respirando juntos
al unísono este lunes lúgubre sin fiebre
hay días en que no te hablo
porque prefiero la paz
al repugnante canto azucarado de mis palabras
almidonadas idénticas sin quiebres
te prefiero dormido
angelito flotando en el pantano mágico
hay días en que mi cuello es una pradera
y mis ojos dos llaves oxidadas
un tintero roto
derramando tinta sobre las espirales negras
de las hornallas de la cocina
hay días en que mis labios quieren ser incendio
y acaso ni distinguirse del rostro pueden
las exhalaciones bajan como ríos en pendientes
suben escaleras invisibles
rasquetean cielorazos húmedos
cubrecamas con manchas de semen
huelen pelos de gatos
pisan cáscaras de manzanas
se enredan entre mis pasos apaciguados
cualquier excusa para gritarme algún verso
hay días en que la vida se desteje
a punto arroz sobre mi regazo
y se queda desvestida la madrugada esperando a que llegue
otro alba con una catástrofe un olor a pan recién cocido
una jaqueca más intensa un ramo de alelíes
la muerte acaso dobladita en un pañuelo
o la propia sombra
que se la lleve a crecer como el pastito
allá donde haya más dicha que este lunes fulero.
un silencio largo larguísimo
que se extiende sin variaciones
nada de sol nada de mi nada de si
la cuchara doblándose por el mango
la única sorpresa
el vecino de arriba y el de abajo
siguen sin conocerse
todos respirando juntos
al unísono este lunes lúgubre sin fiebre
hay días en que no te hablo
porque prefiero la paz
al repugnante canto azucarado de mis palabras
almidonadas idénticas sin quiebres
te prefiero dormido
angelito flotando en el pantano mágico
hay días en que mi cuello es una pradera
y mis ojos dos llaves oxidadas
un tintero roto
derramando tinta sobre las espirales negras
de las hornallas de la cocina
hay días en que mis labios quieren ser incendio
y acaso ni distinguirse del rostro pueden
las exhalaciones bajan como ríos en pendientes
suben escaleras invisibles
rasquetean cielorazos húmedos
cubrecamas con manchas de semen
huelen pelos de gatos
pisan cáscaras de manzanas
se enredan entre mis pasos apaciguados
cualquier excusa para gritarme algún verso
hay días en que la vida se desteje
a punto arroz sobre mi regazo
y se queda desvestida la madrugada esperando a que llegue
otro alba con una catástrofe un olor a pan recién cocido
una jaqueca más intensa un ramo de alelíes
la muerte acaso dobladita en un pañuelo
o la propia sombra
que se la lleve a crecer como el pastito
allá donde haya más dicha que este lunes fulero.
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