hay un roperito cubierto de muzgo y de ropa gastada que hace tiempo la princesa se propuso indagar
hay un roperito de puertas semi abiertas que cuando es de noche no la deja pegar los ojos
(escondite de los murciélagos oscuros que no se atreve a enfrentar)
hay un roperito inatravesable que espera como esperan las almas muertas, en la habitación de la princesa
demasiado oscuro con su aroma a humedad mojada y vuelta a secar con un sol de mentira
hay un roperito donde hay partes de la princesa que son tajos, incisiones, llagas abiertas que supuran vinos que tiñen de rojo las verdades, un puñado de palabras con almíbares aborrecibles que alguna vez rezó, esquelas de fotógrafos indigentes, libros viejos en otros idiomas, antiguos testamentos de la comunicación, nada nada que precise una princesa para ser de verdad
hay un roperito que se empeña en ver disfrazada a la princesa con un vestidito flamenco color verde limón como si fuera una adolescente eterna de boca hecha de aire y pupilas como guirnaldas en papel manteca
hay un roperito que perdió sus poderes sobrenaturales, recibe pétalos de flor y lejos de prometer un rosal la hace transmutar rápidamente en una polilla hambrienta de poliéster
hay un roperito que pretende siluetas con sus bracitos dando manotazos y está tan abismalmente lejos del contorno real de la princesita
hay un roperito que un día cualquiera del mes de octubre del año dos mil doce se irá volando con sus puertas plegadas como alas, cual aeroplano, a un bosque de un cuento ochentoso donde ardillas hartas de masticar bellotas le hincarán los dientes.
hay un roperito de puertas semi abiertas que cuando es de noche no la deja pegar los ojos
(escondite de los murciélagos oscuros que no se atreve a enfrentar)
hay un roperito inatravesable que espera como esperan las almas muertas, en la habitación de la princesa
demasiado oscuro con su aroma a humedad mojada y vuelta a secar con un sol de mentira
hay un roperito donde hay partes de la princesa que son tajos, incisiones, llagas abiertas que supuran vinos que tiñen de rojo las verdades, un puñado de palabras con almíbares aborrecibles que alguna vez rezó, esquelas de fotógrafos indigentes, libros viejos en otros idiomas, antiguos testamentos de la comunicación, nada nada que precise una princesa para ser de verdad
hay un roperito que se empeña en ver disfrazada a la princesa con un vestidito flamenco color verde limón como si fuera una adolescente eterna de boca hecha de aire y pupilas como guirnaldas en papel manteca
hay un roperito que perdió sus poderes sobrenaturales, recibe pétalos de flor y lejos de prometer un rosal la hace transmutar rápidamente en una polilla hambrienta de poliéster
hay un roperito que pretende siluetas con sus bracitos dando manotazos y está tan abismalmente lejos del contorno real de la princesita
hay un roperito que un día cualquiera del mes de octubre del año dos mil doce se irá volando con sus puertas plegadas como alas, cual aeroplano, a un bosque de un cuento ochentoso donde ardillas hartas de masticar bellotas le hincarán los dientes.
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