El sábado a la madrugada nos despertamos con la voz de la mujer
rogaba tristísima diosito traemela por favor diosito
(ay mi corazón)
anoche a las nueve y cuarto yo hablaba por teléfono con mi hermana y le contaba de mis antiparras nuevas
la mujer de cuarenta años perdió el control y arrojó su casa por la ventana de su primer piso
papeles escritos toallas trapos viejos papel higiénico botellas de plástico un paragüas una caja de cartón zapatos
y una montaña de otras cosas que no quise ver
anoche la mujer gritó y gritó como venía gritando desde hace mucho tiempo
y yo no la escuché
dos ambulancias y un patrullero aguardaban en la calle
entraron por la fuerza a lo que quedaba de su casa
los vecinos amontonados miraban para arriba y murmuraban cosas que no me detuve a escuchar
los mismos que cada mañana le dicen buen día vio que sol que hace
las luces estaban prendidas
el portero decía está sola no tiene a nadie está loca
sacaron a la mujer en una camilla
reprimí el morbo y me fui
las luces arriba siguieron prendidas toda la noche
y la casa tirada seguía sobre el pasto
el viento débil la movía apena
el mismo que se llevó sus piernas
me dormí pensando en ella
cuarenta años sin rostro
me desperté pensando en ella
corrí al comedor en plena luz del día
miré a través de la ventana
alguien había levantado sus cosas
el pasto estaba limpio y verde
y la mujer quien sabe
en qué lugar habrá tenido que meter su rabia
animalito de dientes afilados
tan sola y lejos de sí misma
la noche sufre
y le pide a diosito que se la devuelva.